Lun, 12/01/2014 - 12:28 -- admin

En la ciudad continuamente está sucediendo algo. Gente que va y que viene, vehículos que se desplazan, transacciones que se cierran, objetos que se adquieren, decisiones que se toman, elementos que se construyen o se destruyen.

Las ciudades constituyen contextos donde se desarrollan numerosos procesos que condicionan las posibilidades que tenemos las personas de dar respuesta a la satisfacción de las necesidades básicas. Y por otro lado, en potencia, representan un escenario esencial para la socialización y la resolución colectiva y plural en
la satisfacción de estas necesidades básicas. Aglutinan a personas de diferentes procedencias, edades, sensibilidades, maneras de comprender el mundo. Esto debería permitir el desarrollo de respuestas que atendieran al máximo espectro de la sociedad, y que integraran un mayor número de criterios a la hora de tomar decisiones respecto a su gestión, tanto humana como en su relación con los recursos de los que se abastece.

Por otro lado, igual que hoy en día se puede encontrar casi cualquier cosa en las ciudades, resulta fundamental hacer notar que todo, absolutamente todo lo que encontramos en las ciudades, y todo lo necesario para que las ciudades “funcionen” procede de otros lugares, es decir es naturaleza transformada mediante los medios de producción-consumo1 (Jiménez, 2012). Esto evidentemente condiciona enormemente el manejo que hacemos de los recursos naturales, y la manera en que se organice el uso y distribución de estos recursos también incidirá en una mejor o peor gestión de los mismos.

Así que la manera en que se organice la ciudad incidirá de una u otra forma en los aspectos anteriormente mencionados, ya sea su potencialidad socializadora, ya sea los impactos que tenga sobre el medio.

Los modelos de organización y crecimiento de las ciudades extendidos en las últimas décadas se han basado en una priorización del automóvil como elemento vertebrador. Han aumentado las distancias necesarias a cubrir en los desplazamientos cotidianos, hacia la escuela, el trabajo, los lugares de ocio. El aumento de la presencia y dependencia del automóvil provoca que gran parte del espacio público esté destinado a resolver las demandas derivadas del uso del coche y no de las personas-aparcamientos, carreteras, etc-. Todo ello dificulta la posibilidad de interacción de las personas, al verse mermados los puntos de encuentro; y por otro lado aumenta el impacto negativo de las ciudades sobre la gestión de los recursos ecosociales como se analizará
a lo largo de este capítulo. De ahí que resulte de especial interés incorporar en el sistema educativo tanto el estudio sobre los procesos urbanos, como diagnosticar y elaborar propuestas que contrarresten de alguna manera los efectos negativos.

En los siguientes apartados se aportará información acerca del origen de los recursos de los que se nutre la ciudad para su funcionamiento y crecimiento, y como su estructura y organización influyen en la gestión de estos recursos. A continuación se tratarán algunos de los principales modelos de ciudad que se dan en la actualidad, para terminar aportando información sobre el espacio público y el sistema de movilidad, ambas caras de la misma moneda en la configuración de las ciudades actuales.

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1 - Se utiliza el binomio producción-consumo para abreviar, pero lo acertado sería hablar de sistemas de extracción-transformación-distribución-consumo-emisión de residuos.