Mar, 12/02/2014 - 10:35 -- admin

Imagina que llegas a una ciudad que no conoces, ¿De dónde podrías obtener información para testar la vida social, para percibir las capacidades de organización, para comprobar las posibilidades de los grupos más vulnerables, infancia y tercera edad, de vivir “la ciudad”? 

El espacio público, es el lugar que está abierto a toda la sociedad, a diferencia del espacio privado que puede ser administrado o hasta cerrado según los intereses de la propiedad. Es el espacio que alberga el cotidiano transcurrir de la vida colectiva.

El espacio público, por lo tanto, es de propiedad colectiva y dominio y uso de la población. Es el contexto donde se debiera posibilitar el contacto entre los diferentes grupos sociales, para entre otras cosas, poder dar respuestas plurales e integrales a las diversas necesidades de cada uno de ellos.

Sin embargo en las últimas décadas ha dejado de posibilitar este contexto de socialización. Por un lado gran cantidad de calles se han transformado en pasillos, cuya mayor superficie se encuentra al servicio del automóvil (calzadas, aparcamientos, etc), y las plazas – en su mayoría- han quedado al servicio de negocios privados que las copan con veladores. 

Piensa en las plazas y calles de tu ciudad ¿son contextos en los que simplemente se pueda estar, sin consumir o sin transitar? 

Esto repercute más gravemente en los grupos sociales más vulnerables, las niñas y los niños, que cada vez están menos presentes en el espacio público y han quedado expulsadas o relegadas a zonas perfectamente acotadas y valladas.

Ante la situación descrita surge la necesidad de retomar la idea real de espacio público y comenzar a producir y demandar espacios públicos para la personas, revirtiendo así estos procesos no deseables.